666: El pináculo.
Por
Gabriel Áyax Adán Axtle
En memoria de mi entrañable amigo Horacio Romero.
Año: 1972
Disquera:
Mercury Records
Temas: 1) The
System. 2) Babylón. 3) Loud, Loud, Loud. 4) The Four Horsemen. 5) The Lamb. 6)
The Seventh Seal. 7) Aegian Sea. 8) Seven Bowls. 9) The Wakening Beast. 10)
Lament. 11) The Marching of the Beast. 12) The Battle of the Locusts. 13) Do
it. 14) Tribulation. 15) The Beast. 16) Ofis. 17) Seven Trumpets. 18) Altamont.
19) The Wedding of the Lamb. 20) The Capture of the Beast. 21) “∞”. 22) Hic et Nunc. 23) All the Seats are
ocuppied. 24) Break
En Grecia, la música popular de finales
de los 60’s estuvo dominada por interpretes pulcros que hacían su aparición
televisiva en horarios familiares, para presentar un programa limitado a unas
cuántas piezas reconocidas y coreadas por el público. Éstos eran las voces del
momento que iban y venían al capricho de los intereses industriales. Pero una
parte de la juventud no encontraba su voz en estas figuras prefabricadas, y de
forma un tanto tardía recibía los ecos de los fenómenos músico-culturales de la
psicodelia americana y del progresivo inglés que incentivaban el surgimiento de
propuestas más sustanciosas. Estas vertientes lucían atractivas por su apertura
tímbrica en el caso de la primera, y sus posibilidades estructurales, la
segunda; y representaron para los jóvenes griegos el germen ideal para
construir su identidad sonora.
Este proceso comenzó
con la imitación de los artistas admirados, luego vino la inserción de las
expresiones musicales locales. Sin embargo, la mayor parte de las agrupaciones
sólo logró tocar la fibra de sus connacionales, pero no la de la audiencia
extranjera. En este sentido, apenas sobresalieron con voz propia y lograron
rebasar las fronteras helénicas Socrates Drank The Conium, y sobretodo
Aphrodites Child.
La carrera que hizo
esta última banda fue, con todo, ambigua, pues sus primeros dos discos no daban
muestra clara de sus vertientes artísticas. Evangelos Papathanassiou (Vangelis) y Artemios Roussos
(Demis) habían logrado tener éxito en su tierra con las agrupaciones The Formix
(el primero), y The Idiols (el segundo). El corte que hasta entonces habían
seguido sus carreras no distaba del de las bandas aceptadas por el común del
público. Cuando tales agrupaciones caducaron los dos músicos decidieron unirse
a Lucas Sideras para dar inicio a una propuesta con visos a los géneros
alternativos.
Entonces Grecia se
volvió el lugar menos indicado para que la banda lograra afianzarse. La
dictadura dirigida por Georgios Papadopoulos anunciaba un entorno conservador y
represivo, en el que no había lugar para la cultura alterna, por considerarse
desestabilizadora. El trío se autoexilió a París. Ahí grabaría sus primeras
maquetas y conseguiría contrato para la publicación de tres discos para Mercury
Records.
Los dos primeros
trabajos, End of the World (1968), y It’s Five
O’ Clock (1969) no presentaban una línea clara de las intenciones del
grupo, lo que en realidad era reflejo de las encontradas preferencias
estilísticas de los integrantes. Por una parte se hallaban las baladas
edulcoradas preferidas por Roussos, afanado en complacer al público por medio
de canciones simples; en el otro extremo se hacían manifiestas las inquietudes
de Vangelis en canciones que abrevan de las propuestas psicodélicas y
exploraban las posibilidades melódicas y tímbricas. Los dos discos tuvieron una
aceptación moderada en Europa, pero ninguno lograba complacer del todo las
expectativas de los mismos autores. El siguiente paso del grupo pareció
evidente cuando Roussos y Sideras se fueron de gira, mientras Vangelis optaba
por grabar la banda sonora de la película Sex
Power (1970) dirigida por Henry Chapier: Aphrodite’s Child debía
desintegrarse para dar vida a las carreras individuales. Pero el contrato con
Mercury Records aún no se cumplía. Faltaba la publicación de un tercer álbum,
por lo que la huida debía posponerse.
Entonces nació el
disco que sería su obra más aplaudida: 666.
Se trata de una placa polémica y subversiva que debió torcer el rostro de los
seguidores que el grupo había ganado con sus trabajos anteriores. Al mismo
tiempo, colocó al trío en el nicho del culto. Aquí ya no había meras colecciones
de baladas, ni incursiones psicodélicas sustentadas en los clichés de época. 666 se presentaba, desde la portada
misma, como un trabajo conceptual, en el que el libro Apocalipsis regía el desarrollo musical y temático; si los
anteriores respetaban los parámetros recomendables para el éxito comercial, en
éste predominaron las piezas instrumentales, los jams y la inserción de pasajes ambientales; si en los otros las
piezas se pensaban en tiempos y formatos radiables, en 666 algunas excedían en tiempo, estilo y temas lo permitido (por
ejemplo “All the Seats Were Ocupiedd” se trataba de una improvisación y collage de 12 minutos aproximadamente.
Estos cambios
sufridos en el sonido del grupo fueron motivados por diversos eventos que
surgieron desde los inicios del proceso. Tanto la composición como la grabación
del álbum pusieron en evidencia los conflictos que había entre los tres
integrantes. Las diferencias estilísticas entre ellos así como la presión por
cumplir con un contrato que les exigía un disco más fueron factores que
afectaron (afortunadamente) al resultado. El peculiar timbre de voz de Demis
Roussos había llamado la atención de muchos en el ámbito popular y de los
escuchas afectos a la canción sentimental, por lo que éste buscaba forjarse una
carrera como solista en esos terrenos. Las ideas musicales de Vangelis
Papathanasiou, en cambio, miraban hacia el naciente rock progresivo, y buscaban
un giro lejano a las baladas que distinguían al grupo. Ninguno de los dos
miembros deseaba continuar. Sus esfuerzos se enfocaban más a dar rienda suelta
a sus proyectos individuales. Finalmente, el baterista Lucas Sideras nunca fue
un elemento determinante en la corta vida de la agrupación, y quedaría varado
entre las diferencias estilísticas de Demis y Vangelis, quienes estaban
convencidos que debían terminar con la banda. Sin embargo la disquera no lo
permitió.
Ante la
imposibilidad de dar por terminado el contrato con Mercury Records sin la
grabación de un último disco, Vangelis tomó la rienda y dirigió el proyecto. El
poco entusiasmo de Demis Roussos y Lucas Sideras fue evidente, al grado que
mientras Papathanasiou finalizaba el disco, ellos realizaban presentaciones sin
su compañero. La participación de Roussos estuvo limitada a la aportación de su
voz en tan solo cuatro temas de veinticuatro; la de Sideras, en la batería y la
voz principal en dos piezas. Pero ninguno de los dos pretendió involucrarse en
el trabajo creativo.
Para Vangelis esto
no fue razón para el desánimo, por lo que dio paso al desarrollo de sus
inquietudes musicales y asumió la composición de todos los temas, así como la
interpretación de una muy buena parte de los instrumentos. Para solventar la
falta participativa de sus compañeros, se hizo de un equipo de colaboradores.
Entre los más destacados se haya la aportación vocal de la actriz Irene Papas;
para la composición letrística solicitó la intervención del director y
productor griego Costas Ferris; en el pintor Yannis Tsarouchis y en John Forst
depositó el papel narrativo; y en Harris Halkitis y Michel Ripoche recayeron el
bajo y los metales.
Veinticuatro piezas
conformaron un álbum que, por su extensión, sólo eran publicables en dos placas.
Cada una estaba ligada a la anterior, y unida al hilo narrativo del concepto.
De éstas piezas sólo cinco fueron canciones propiamente. El resto son
composiciones instrumentales en las que se muestra la diversidad creativa y la
habilidad multi-instrumental de Vangelis, fortalecida de vez en cuando, por las
lecturas que John Forst o Yannis Tsarouchis realizan de los textos de Costas
Ferris.
Una vez publicado el
álbum, la mayor parte de la crítica hizo a un lado los logros musicales, para
darle mayor peso al escándalo. En la portada del disco una leyenda indicaba que éste había
sido compuesto bajo los efectos del salep. Lo que para muchos pareció ser una
referencia abierta al consumo de drogas, resultó aludir a una inofensiva bebida
tradicional de Turquía. Por otro lado la pieza “∞” fue inmediatamente calificada
de obscena. En ésta, la actriz Irene Papas colaboró con una dramatización que
para muchos pareció sugestiva. Finalmente hubo quienes calificaron al disco de
inmoral e incluso satánico (en la portada con un fondo rojo resaltaba el título
del disco: 666), pero ninguno de
estos comentarios fueron suficientes para que su apreciación lo colocara a la
larga en un álbum de culto. Más allá de los escándalos, el disco se mantiene
fresco gracias a su nivel de calidad.
A lo largo de esta
placa, Vangelis hace gala de sus habilidades compositivas y construye una obra
progresiva que no renuncia a las raíces griegas de los músicos. Aun cuando
retoman un género de origen inglés, los ecos de la cultura mediterránea se
hacen palpables en piezas como “Aegian Sea” y “Lament”, sin que esto signifique
que el resultado sólo tenga alcances regionalistas.
De principio a fin
se escucha un trabajo sólido sustentado en el trabajo como multi-instrumentista
de Vangelis. Las 24 piezas del álbum mantienen una coherencia narrativa y
estilística entre sí. Momentos sobresalientes son muchos: “The Four
Horsemen”, “The Seventh Seal”, “The Capture of the Beast” y “Break” son solo
algunos ejemplos. Pero, sin duda, conocer la obra íntegra es fundamental
para quien busca vivir una experiencia musical vivificadora.
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