Songs Of Faith And Devotion: Renovación en la tormenta.
De
Gabriel Áyax Adán Axtle
Año: 1993
Disquera: Mute
Temas: 1) I Feel
You. 2) Walking In My Shoes. 3) Condemnation. 4) Mercy In You. 5) Judas. 6) In
Your Room. 7) Get Right with Me. 8) Rush. 9) One Caress. 10) Higher Love.
En 1980 dio inicio una
década que con el tiempo pareció generar un sonido vacuo en el que los
facilismos rítmicos, y las baladas insulsas marcaron la pauta general.
Entonces, muchos de los creadores canónicos del periodo anterior buscaron
adaptarse a la nueva tónica y se hundieron en la mediocridad imperante. Si bien
se ha expresado mucho esto, lo cierto es que se trata de una generalización que
no permite ver en tal periodo la riqueza musical que se gestó desde diferentes
ámbitos alternativos, y que pone en evidencia la dificultad que los artistas
viven para mantenerse en la preferencia del público. Los giros estilísticos que
marca la industria musical pueden leerse como reveses que lastiman a los
artistas y los orillan a renunciar a su sello distintivo; pero también como la
oportunidad para que los creadores renueven sus lenguajes y se fortalezcan.
El fenómeno se repitió en 1990. Pero esta vez la
industria tuvo que dar paso a la alternancia encabezada por Pixies y más aún
por Nirvana. Ésta era cada vez más evidente, y se salía de los márgenes para
acaparar la atención. Cuando el grunge
irrumpió, en el panorama musical pareció iniciar el conteo hacia la fecha de
caducidad de las agrupaciones que representaban el pop, el dance y la
electrónica. Una vez más, parecía que sólo quedaba perecer o cambiar a costa de
traicionar la estética propia. Pocos lograron saltar a la alternancia radical y
renovar el sello de casa, pocos como Depeche Mode.
Parte de este logro se debía a que el grupo de Basildon,
pese a que en sus inicios coqueteaba con el pop, había nacido de la alternancia
al conformar una banda de sintetizadores, en un momento en el que éstos no
tenían la credibilidad suficiente para ser la instrumentación principal del
rock mismo. Además el sello Mute era conocido por sus propuestas novedosas y su
representación era por sí misma el enfilamiento a los campos menos populares. Álbum
tras álbum, Depeche Mode fue ganando credibilidad, perfilándose como grupo
innovador que gustaba de pisar la línea de la rebeldía desde las temáticas
letrísticas hasta la exploración de los timbres industriales y góticos. Pero
estas aproximaciones a géneros diversos nunca existieron como renuncias a los
ritmos dance y tecno. Como resultado, generaron una música por un lado
expresiva, a veces por su dureza (Some
Great Reward, 1984), otras por sus rasgos sombríos (Black Celebration, 1985).
Sin embargo, aunque es verdad que Depeche Mode siempre ha
estado en los campos de la música alternativa, también es cierto que con Music For The Masses (1987) y sobretodo Violator (1990), el grupo logró llevar
su popularidad a nivel masivo, sin renunciar a su sello. Ante tal pináculo
parecía que no habría paso de mayor alcance.
Cuando
la banda se reencontró para grabar un nuevo disco, solo tenía una certeza: no
repetir la fórmula del éxito. Sus seguidores eran exigentes y no aceptarían la
reiteración de estrategias. Fuera de eso no había claridad hacia dónde
caminaría el proyecto en puerta. La incertidumbre se hizo más palpable cuando
los integrantes se reconocieron con intereses diferentes que parecían
irreconciliables. Daniel Miller, promotor de la banda, señala que había en la
mesa composiciones muy buenas, pero faltaba un lineamiento que condujera las
grabaciones. El equipo había omitido el proceso de preproducción y eso sería a
la larga, un error que haría tangibles los problemas que los integrantes
arrastraban.
Alan
Wilder deseaba hermanar los instrumentos acústicos con los electrónicos, para
así darle al grupo un sonido más sucio y orgánico. Ésta propuesta generaría un
choque con Martin Gore, quien temía que eso implicara la renuncia al sonido
sintético que distinguía sus trabajos previos. Como resultado, señalaría Flood,
productor del álbum, toda decisión traía consigo discusiones violentas. En
añadidura, Wilder veía en las posturas de Gore un menosprecio a su trabajo, por
considerarlo desde 1983 como “el nuevo”.
Por
otro lado estaba David Gahan quien, en palabras de Martin Gore, no era del todo
determinante en los procesos de grabación. El vocalista volvía del receso hecho
después de la gira del Violator, imbuido
en las adicciones, con una imagen completamente distinta que reflejaba no solo
el abandono de su persona, sino su afición a la música alternativa que se
gestaba en California. Ante su nueva fascinación propuso que el grupo grabara
un disco de “rock”, más agresivo y duro. La propuesta, que en principio pareció
caer en el vacío, fue retomada por Alan Wilder y Flood, quienes al final fueron
responsables del sonido del álbum.
Aunque
las decisiones tomadas parecían aclarar el camino, el proceso de grabación no
se hizo fácil. Los integrantes seguían empujando hacia direcciones distintas, y
la distribución de trabajo se hacía menos equitativa. Aunque en momentos se
sorprendían de los resultados obtenidos, no lograban disminuir sus asperezas.
Terminada la grabación quedaba el proceso de mezcla, por lo que la mayoría,
sabiendo que la gira estaba en la puerta, salió a vacacionar mientras que, al
igual que en los últimos trabajos, Alan Wilder realizaba la última parte de la
producción.
El
disco se publicó en 1993 y sorprendió por la forma de asumir el nuevo panorama
musical. Las apuestas de Wilder y Gahan habían logrado mantener a los
seguidores y atrapar a nuevos escuchas. Descubrían a un grupo que había logrado
romper sus paradigmas al darle mayor protagonismo a los instrumentos eléctricos
y acústicos, sin renunciar a los recursos tecnológicos que los distinguían. Con
Songs Of Faith And Devotion (1993), Depeche
Mode había dado un paso gigantesco. La diferencia era palpable al compararlo
con Violator (1990).
La
pieza inicial “I Feel You” renuncia al sonido sintético y pulcro a favor de
timbres orgánicos, ásperos, agresivos y sucios. A partir de ahí el disco se
desarrolla con composiciones en las que hay un espíritu más alejado del pop, en
las que el rock se hace más presente que nunca. Como prueba basta escuchar “Walking In My Shoes”, “In
Your Room”, “The Mercy In You” y “Rush”. En otros momentos de la placa como “Judas”, “One Cares” e
incluso “Higher Love” el grupo recupera los ambientes oscuros del ya clásico Black Celebration (1985). La parte
lírica, enfatiza las obsesiones espirituales de Martin Gore y las hace aún
manifiestas en el sonido de las gospelianas “Condemnation” y “Get Right With
Me”. En resumen, el grupo presentó un trabajo congruente en el que se retoman
rasgos de su trayectoria y se suman otros de la nueva ola, más dura y violenta.
Con
Songs Of Faith And Devotion la carrera
de Depeche Mode presentó el trabajo más arriesgado de toda su discografía.
Desde entonces, pese a la alta calidad de sus grabaciones posteriores, ninguna
otra logró la fuerza de éste. Algunos como el mismísimo Daniel Miller,
consideran que hay piezas en la placa que no alcanzaron todo su potencial, como
“Get Right With Me”. Aun cuando pudiese haber algo de verdad en esto, se debe
reconocer que el grupo jamás sonó tan contundente. “En los momentos más difíciles
se logran trabajos sorprendentes”, diría Alan Wilder años después. El resultado
final es brillante y no deja ver las grietas que había entre los integrantes y
que llevaría a Wilder a renunciar al final del Devotonional Tour.
En
la actualidad Depeche Mode goza de reconocimiento de forma masiva, pero su
impacto está lejos de ser el resultado de la publicidad mediática. Su
consolidación ha estado llena de fantasmas desde el inicio con la pérdida de su
compositor y cabeza Vince Clarke. Romper con la imagen de grupo juvenil, vencer
la resistencia del público estadounidense, innovar en cada placa, son algunas
de las trabas con las que la banda ha luchado para alcanzar el aplauso unánime.
Hoy en día se mantiene vigente y en sus últimos discos como Playing The Angel (2005), Delta Machine (2013) y Spirit (2017) el
espíritu de Songs Of Faith… se percibe, pero en ninguno perviven sus alcances
expresivos. Para recuperar esa fuerza hay que apagar las luces y hacerlo sonar
una vez más.
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