domingo, 22 de marzo de 2020

Klaus Schulze (1979).


Dune: Por una electrónica radical.


De Gabriel Áyax Adán Axtle



Año: 1979
Disquera:
Tracks: 1) Dune. 2) Shadows Of Ignorance.



En los inicios de la década de los 70, la juventud alemana tenía una identidad desquebrajada, y no encontraba sus propios ecos en el pasado Nazi. Las expresiones culturales extranjeras como la británica y la americana tampoco encajaban con su sentir. Ante ese vacío y necesidad de reconstrucción conformaron la nueva música popular desde dos vertientes: por un lado estarían los ritmos tribales y los jams violentos que caracterizaron a agrupaciones como Can, Amon Dull II y Guru Guru; por otro, se hallarían los que descubrieron nuevos alcances expresivos en los nacientes instrumentos electrónicos. Esta segunda vertiente lograría traspasar las fronteras germanas y colocar a Alemania como el recinto principal de la música electrónica. Desde esa trinchera se conformaron voces fundamentales. Los nombres son muchos: Kraftwerk, Neu!, Tangerine Dream, Cluster, y un largo etc. De entre todos los representantes, el papel de Klaus Schulze es trascendental. Como prueba basta señalar que su nombre está emparentado con diversas vertientes de la electrónica actual. Schulze es un pionero en el uso de los sintetizadores, y ha explotado las posibilidades tímbricas de la electrónica sin freno alguno, logrando piezas que sorprenden en sus excesos, e inspiran el riesgo en otros artistas. Por otra parte, desde su primera publicación, Irrilich (1972), hasta la fecha, ha mantenido la congruencia con un estilo reconocible y propio. Ningún otro contemporáneo ha logrado mantener vigente el sello creado en los 70´s, como es el caso desafortunado de sus colegas Tangerine Dream, quienes iniciaron como una agrupación vanguardista, y terminaron en una caricatura tan distanciada de lo que fueron. Además puede agregarse que se está frente a un artista prolífico. La enormidad de su discografía puede aturdir a muchos. Para quien se adentra por vez primera a su mundo resultará, no cabe duda, apabullante la sola idea de elegir una placa entre más de cien grabadas a la fecha. Escuchar su trabajo entero es una aventura titánica que exige tiempo, y a cambio ofrece hallazgos. Es posible señalar álbumes brillantes entre los que están Audentity (1983), “X” (1978), y sin lugar a dudas Dune.

Éste se trata de un disco conformado tan solo de dos piezas (como la mayoría de los álbumes que Schulze grabó en la época del acetato) en las que la tarea compositiva e interpretativa recae en Schulze frente a los sintetizadores y el cellista Wolfgang Tiepold principalmente.

La idea de introducir instrumentos de cámara que se hermanaran con la electrónica no es novedosa; estaba presente en los primeros trabajos Irrilich y Cyborg (1973) en gran medida porque el artista contaba con tan solo un órgano y los artificios sonoros de un estudio. Al verse imposibilitado de pagar la orquesta, Schulze optó por pedirles cintas en las que le grababan la afinación de instrumentos o ensayos. La cinta era cortada y luego reorganizada en una pared sonora que daba profundidad al timbre del órgano. Para la última grabación que había realizado hasta entonces, “X”, el artista había logrado pagar por un pequeño grupo de cámara, que enfatizaba la fuerza expresiva. Fue ahí en donde conoció a Wolfgang Tiepold.

Cuando el disco Dune estaba en la mesa de planes, Klaus Schulze contaba con las posibilidades tímbricas del sintetizador Moog, pero no tenía la intención de imitar los sonidos de un instrumento convencional como sí lo hizo el artista japonés Tomita, sino explotar los alcances expresivos de las sonoridades artificiales, y sumarle a éstos los timbres del cello. Entonces volvió a pensar en Wolfgang Tiepold, pues sabía que éste prescindiría de partituras para dar paso a la improvisación, y así, a la expresividad cuasi romántica, por antonomasia alemana, propia del estilo de Schulze.

Es por eso que en Dune resulta interesante el uso del instrumento acústico, pues no funge como fondo, acompañamiento o pared de sonido, sino que se engarza con los instrumentos electrónicos en un diálogo y en un maridaje en el que la voz principal se comparte, dando por resultado un disco sobresaliente entre tantos.

El proceso de grabación se realizó en dos partes. Klaus Schulze grabó primero la sección electrónica de las dos piezas que conformarían el álbum bajo los mismos preceptos que han marcado sus discos de entonces hasta la actualidad: la superposición de sonidos y ritmos que van sumándose a lo largo de amplios pasajes. Sin embargo, a diferencia de “X” (1978), las pistas electrónicas cuentan con diversos pasajes casi silenciosos en los que sería insertado posteriormente el cello. En una segunda parte Schulze registraría en una toma la parte de Wolfgang Tiepold.

La pieza central del disco es la homónima “Dune”, y vale por sí misma el trabajo entero. Durante los cinco primeros minutos los sonidos sintetizados, sumados a los del cello se exponen de manera aleatoria y desconcertante. El escucha no reconoce una base o una melodía clara. Luego se van articulando para construir un pasaje sonoro sofocante y evocativo. Los temas centrales de la pista se exponen, y los intérpretes mantienen un diálogo en el que la expresividad predomina, antes que la melodía misma, como si los artistas buscaran plasmar una imagen por medio de los timbres y los fraseos. La pieza se extiende a lo largo de treinta minutos, máximo tiempo posible de la cara de un acetato.

El segundo tema “Shadows Of Ignorance”, de duración semejante, debe entenderse como una continuación de “Dune”. De nueva cuenta, sintetizadores y cello se entretejen desde una calma aparente, colocando así el fondo que será irrumpido por las percusiones electrónicas. En pocos minutos, el escucha descubre un tema más melódico y rítmico que el primero. En este sentido, la construcción de la placa entera recuerda la forma en la que su antiguos colegas de Ash Ra Temple trabajaban sus discos: en un lado la pieza oscura y sofocante; en otro, el jam. Como nuevo elemento aparece la voz de Arthur Brown. A lo largo de la pieza improvisa la parte letrística en una recitación, más que en un canto. Para muchos, “Shadows Of Ignorance" representa uno de los momentos destacados del trabajo de Schulze, pero es “Dune” la pieza que brilla por sí misma.

Todo aquel que decida seguir los pasos de Schulze debe saber que, sin importar el disco con el que inicie su exploración, se encontrará ante una obra arriesgada. Sin duda alguna la sola propuesta de conformar discos en los que las piezas alcanzan los treinta o incluso sesenta minutos coloca al artista en mares que otros se niegan a contemplar en el ámbito popular. Además, sin importar el giro o estilo que cada disco persiga, es claro que será planteado hasta los límites de lo posible: frente a la discografía de Klaus Schulze, no hay grises; las posibilidades que la electrónica ofrezca, serán llevadas a las últimas consecuencias.

Ante la radicalidad de estos trabajos no cabe la indiferencia. El escucha podrá expresar afecciones o desprecios, pero no negar que está ante el trabajo de uno de los artistas más congruentes que, hasta sus más de cien discos grabados hasta la fecha, no da tregua ni paso a miras diferentes a las que ha pensado.







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