Dune: Por una electrónica radical.
De
Gabriel Áyax Adán Axtle
Año: 1979
Disquera:
Tracks:
1) Dune. 2) Shadows Of Ignorance.
En los inicios de la década de los 70, la
juventud alemana tenía una identidad desquebrajada, y no encontraba sus propios
ecos en el pasado Nazi. Las expresiones culturales extranjeras como la
británica y la americana tampoco encajaban con su sentir. Ante ese vacío y
necesidad de reconstrucción conformaron la nueva música popular desde dos
vertientes: por un lado estarían los ritmos tribales y los jams violentos que
caracterizaron a agrupaciones como Can, Amon Dull II y Guru Guru; por otro, se
hallarían los que descubrieron nuevos alcances expresivos en los nacientes
instrumentos electrónicos. Esta segunda vertiente lograría traspasar las
fronteras germanas y colocar a Alemania como el recinto principal de la música
electrónica. Desde esa trinchera se conformaron voces fundamentales. Los
nombres son muchos: Kraftwerk, Neu!, Tangerine Dream, Cluster, y un largo etc.
De entre todos los representantes, el papel de Klaus Schulze es trascendental.
Como prueba basta señalar que su nombre está emparentado con diversas
vertientes de la electrónica actual. Schulze es un pionero en el uso de los
sintetizadores, y ha explotado las posibilidades tímbricas de la electrónica
sin freno alguno, logrando piezas que sorprenden en sus excesos, e inspiran el
riesgo en otros artistas. Por otra parte, desde su primera publicación, Irrilich (1972), hasta la fecha, ha mantenido
la congruencia con un estilo reconocible y propio. Ningún otro contemporáneo ha
logrado mantener vigente el sello creado en los 70´s, como es el caso
desafortunado de sus colegas Tangerine Dream, quienes iniciaron como una
agrupación vanguardista, y terminaron en una caricatura tan distanciada de lo
que fueron. Además puede agregarse que se está frente a un artista prolífico. La
enormidad de su discografía puede aturdir a muchos. Para quien se adentra por
vez primera a su mundo resultará, no cabe duda, apabullante la sola idea de
elegir una placa entre más de cien grabadas a la fecha. Escuchar su trabajo
entero es una aventura titánica que exige tiempo, y a cambio ofrece hallazgos. Es
posible señalar álbumes brillantes entre los que están Audentity (1983), “X” (1978), y
sin lugar a dudas Dune.
Éste
se trata de un disco conformado tan solo de dos piezas (como la mayoría de los
álbumes que Schulze grabó en la época del acetato) en las que la tarea
compositiva e interpretativa recae en Schulze frente a los sintetizadores y el
cellista Wolfgang Tiepold principalmente.
La idea de introducir
instrumentos de cámara que se hermanaran con la electrónica no es novedosa; estaba
presente en los primeros trabajos Irrilich y Cyborg (1973) en gran medida
porque el artista contaba con tan solo un órgano y los artificios sonoros de un
estudio. Al verse imposibilitado de pagar la orquesta, Schulze optó por pedirles
cintas en las que le grababan la afinación de instrumentos o ensayos. La cinta
era cortada y luego reorganizada en una pared sonora que daba profundidad al
timbre del órgano. Para la última
grabación que había realizado hasta entonces, “X”, el artista había logrado pagar por un pequeño grupo de cámara,
que enfatizaba la fuerza expresiva. Fue ahí en donde conoció a Wolfgang Tiepold.
Cuando el disco Dune estaba en la mesa de planes, Klaus
Schulze contaba con las posibilidades tímbricas del sintetizador Moog, pero no tenía
la intención de imitar los sonidos de un instrumento convencional como sí lo
hizo el artista japonés Tomita, sino explotar los alcances expresivos de las
sonoridades artificiales, y sumarle a éstos los timbres del cello. Entonces
volvió a pensar en Wolfgang Tiepold, pues sabía que éste prescindiría de
partituras para dar paso a la improvisación, y así, a la expresividad cuasi
romántica, por antonomasia alemana, propia del estilo de Schulze.
Es por eso que en Dune resulta interesante el uso del
instrumento acústico, pues no funge como fondo, acompañamiento o pared de
sonido, sino que se engarza con los instrumentos electrónicos en un diálogo y
en un maridaje en el que la voz principal se comparte, dando por resultado un
disco sobresaliente entre tantos.
El proceso de grabación
se realizó en dos partes. Klaus Schulze grabó primero la sección electrónica de
las dos piezas que conformarían el álbum bajo los mismos preceptos que han
marcado sus discos de entonces hasta la actualidad: la superposición de sonidos
y ritmos que van sumándose a lo largo de amplios pasajes. Sin embargo, a
diferencia de “X” (1978), las pistas
electrónicas cuentan con diversos pasajes casi silenciosos en los que sería
insertado posteriormente el cello. En una segunda parte Schulze registraría en
una toma la parte de Wolfgang Tiepold.
La pieza central del
disco es la homónima “Dune”, y vale por sí misma el trabajo entero. Durante los
cinco primeros minutos los sonidos sintetizados, sumados a los del cello se
exponen de manera aleatoria y desconcertante. El escucha no reconoce una base o
una melodía clara. Luego se van articulando para construir un pasaje sonoro
sofocante y evocativo. Los temas centrales de la pista se exponen, y los
intérpretes mantienen un diálogo en el que la expresividad predomina, antes que
la melodía misma, como si los artistas buscaran plasmar una imagen por medio de
los timbres y los fraseos. La pieza se extiende a lo largo de treinta minutos,
máximo tiempo posible de la cara de un acetato.
El segundo tema
“Shadows Of Ignorance”, de duración semejante, debe entenderse como una
continuación de “Dune”. De nueva cuenta, sintetizadores y cello se entretejen
desde una calma aparente, colocando así el fondo que será irrumpido por las
percusiones electrónicas. En pocos minutos, el escucha descubre un tema más
melódico y rítmico que el primero. En este sentido, la construcción de la placa
entera recuerda la forma en la que su antiguos colegas de Ash Ra Temple
trabajaban sus discos: en un lado la pieza oscura y sofocante; en otro, el jam.
Como nuevo elemento aparece la voz de Arthur Brown. A lo largo de la pieza
improvisa la parte letrística en una recitación, más que en un canto. Para
muchos, “Shadows Of Ignorance" representa uno de los momentos destacados del
trabajo de Schulze, pero es “Dune” la pieza que brilla por sí misma.
Todo aquel que decida
seguir los pasos de Schulze debe saber que, sin importar el disco con el que
inicie su exploración, se encontrará ante una obra arriesgada. Sin duda alguna
la sola propuesta de conformar discos en los que las piezas alcanzan los
treinta o incluso sesenta minutos coloca al artista en mares que otros se
niegan a contemplar en el ámbito popular. Además, sin importar el giro o estilo
que cada disco persiga, es claro que será planteado hasta los límites de lo
posible: frente a la discografía de Klaus Schulze, no hay grises; las
posibilidades que la electrónica ofrezca, serán llevadas a las últimas
consecuencias.
Ante la radicalidad de
estos trabajos no cabe la indiferencia. El escucha podrá expresar afecciones o
desprecios, pero no negar que está ante el trabajo de uno de los artistas más
congruentes que, hasta sus más de cien discos grabados hasta la fecha, no da
tregua ni paso a miras diferentes a las que ha pensado.
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