Low: El renacimiento de David Bowie.
De
Gabriel Áyax Adán Axtle
Año: 1977
Disquera: RCA
Temas: 1) Speed
Of Life. 2) Breaking Glass. 3) What In The World. 4) Sound And Vision. 5)
Always Crash In The Same Car. 6) Be My Wife. 7) A New Career In A New Town. 8)
Warszawa. 9) Art
Decade. 10) Weeping Wall. 11) Subterreans.
A lo largo de las décadas de los 70s y 80s
Berlín fue un centro de explosión creativa para muchos artistas ingleses,
quienes encontraron un espacio que, en palabras de David Bowie, orillaba a
expresar sólo las cosas importantes. Por una parte ofrecía un paisaje urbano
lleno de ecos y fantasmas, reflexivo, en el que el peso de la historia se hacía
patente en los rostros de sus habitantes, como en el muro divisorio; sumado a
esto un sector juvenil nuevo conformaba un ambiente musical propio que había
hallado en la electrónica un campo inexplorado en el cual fundar raíces de
identidad.
Así,
para los británicos la ciudad se presentó con cierto exotismo que estimulaba el
espíritu e invitaba a una exploración personal, autoreflexiva; y además
colocaba a los extranjeros ante un panorama creativo que marcaba vertientes
novedosas para la música. Aquellos que caminaron en sus calles y convivieron
con la explosión creativa de la juventud quedaron marcados y conformaron obras
que hasta hoy son consideradas pilares en el canon de la música popular. Como
casos destacados están sin duda David Bowie y Brian Eno.
Sobre
Bowie se sabe que a partir de la creación de su alter ego, Ziggy Stardust,
vivió trasformaciones aceleradas y radicales que lo orillaron a los excesos.
Sus adicciones lo lanzaron de picada a una vorágine de la cual parecía imposible salir. A punto de desmoronarse física y mentalmente, Bowie tomó la
decisión de partir a Berlín junto con el entonces mal logrado Iggy Pop, de la
ya desaparecida banda The Stoogges, para en conjunto desintoxicarse y ocuparse
en reconstruir sus carreras. El proceso no fue sencillo. Para cuando Station
To Station (1976) se grabó, la condición del artista se hacía evidente
incluso en su forma de componer. Hasta la fecha, Bowie acepta que recuerda muy
poco del proceso de grabación del álbum. Su estado de intoxicación y su
descontrol lo mantenían mayoritariamente funcionando en automático. Es verdad
que el álbum es un trabajo creativo, coherente y destacado, pero no puede
negarse que entre líneas se halla la voz de un hombre desesperado: las letras
suplicantes y las inflexiones vocales límpidas e inexpresivas pueden ser
constancia de tal cosa en los apenas seis cortes que lo conforman. Sin embargo,
la estancia en Berlín del artista comenzaba a dar atisbos en un disco que
marcaba la transición entre el soul de American Young (1975) y el
trabajo por venir.
El contacto cultural con el movimiento del krautrock
se palpa en varios de los cortes de Station To Station, pero sin duda
sería el eje rector del trabajo próximo. En su atropellada desintoxicación David
Bowie produjo para Iggy Pop The Idiot (1977), y partió a Francia a grabar
el primero de tres discos propios fundamentales: Low.
En
ese entonces Bowie escuchó una de las placas más destacadas de Brian Eno: Another
Green Word (1975). Entonces supo que debía llamarlo para compartirle parte
creativa de lo que hasta entonces llevaba producido. Brian Eno impactó
inmediatamente en la parte lírica: le dejaría en claro a Bowie que una canción
no estaba obligada a contar una historia, sino a evocar o sensibilizar. Pero la
influencia mayor se percibe sobre todo en la composición musical. En ese mismo
1977 Eno había viajado a Alemania, y había pasado tiempo con los integrantes
del grupo Cluster. Entonces había cortado sus relaciones con Roxy Music, pues
el choque con el dictatorial Bryan Ferry resultaba insoportable. Se sentía
desorientado, sin un proyecto claro. Fue entonces que su estancia con Dieter
Moebius y Hans-Joachim Roedelius frutificó en la exploración de la electrónica
ambiental, por lo que abrevó de éstos las inquietudes por los sonidos
sintetizados que serían medulares en su carrera solista, como en las
colaboraciones venideras con el creador de Ziggy Stardust y el Duque Blanco.
David Bowie volvería a
Berlín a reencontrarse con los ecos de la ciudad que lo rescataban de la caída
para mezclar el álbum. Para 1977 saldría a la venta el disco que le llevaría la
delantera a críticos y público, quienes no alcanzaban a descubrir el potencial
de la placa. El tiempo rectificaría el error de quienes vieron en Low un
álbum menor: estaban ante la cúspide creativa de David Bowie.
El sonido del álbum se
distingue por la rendición abierta a las exploraciones tímbricas de los músicos
germanos. En consecuencia adquirió una tendencia más minimalista y ambiental.
Los instrumentos electrónicos de Brian Eno tomaron el protagonismo y tejieron
el tapiz perfecto para la voz de Bowie. La producción a cargo de Tony Visconti, se reflejó en la nitidez sonora del álbum entero. Las piezas que
conforman el todo brillan individualmente, y muestran a dos compositores que
apuestan por una música más expresiva, y una lírica poética, inteligente y
estimulante.
Low
se le ha atribuido a David Bowie por ser quien generó las ideas. Pero lo cierto
es que sin problema podría atribuírsele también a Brian Eno. El disco está
claramente dividido en dos partes, las canciones compuestas por Bowie y las
piezas ambientales, imbuidas en el estilo de Eno, aun cuando no todas son de su
autoría integral.
Como sea, estas dos
partes son brillantes. Por un lado se encuentran las canciones que hacen de la
lírica casi abstracta, puentes imaginativos para el escucha. Se hace evidente
la injerencia de Brian Eno, quien optaba por una lírica más centrada en la expresividad
y el sentido en un segundo término. Para
verificarlo remito a “Sound And Visions”, “Always Crashing In The Same Car”, y “Breaking
Glass”.
Por otro lado están las
piezas instrumentales. Algunas de éstas recuerdan los pasajes ambientales a los
que eran aficionados Tangerine Dream, Cluster y de vez en cuando, Can, como es
el caso de “Subterreaneans” y “Warszawa”. Otras de éstas exploran los timbres
como los ritmos sintéticos más apegados a la estética de Kraftwerk. “A New
Career In A New Town” y “Weeping Wall”, pueden recordar sin problema a los
pasajes casi pastoriles y modernos de Autobahn (1974).
Para quien hoy en día se acerca por
vez primera a Low, puede resultar increíble que el trabajo fuese
menospreciado en su época. Hoy es claro que puso en el sonido británico un
paisaje ajeno a su tradición y golpeó en frío a una juventud que no estaba
preparada todavía. En la carrera de David Bowie los discos venideros a éste
responderían aún a estos preceptos, pero no lograrían condensar de forma tan
magistral estas inquietudes: Heroes (1977), pese a sus logros, se
perdería en los excesos interpretativos de Robert Fripp, mientras que Lodger
(1978) se alejaría de la elegancia de los instrumentales ambientales.
Low
es un disco angular, un giro dramático en la discografía de Bowie que no
volvería a repetirse con la misma maestría. Vale la pena redescubrirlo y
sorprenderse ante una obra que el tiempo le ha borrado la caducidad para
hacerla memorable e indispensable.
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