domingo, 22 de marzo de 2020

Pink Floyd (1969).


Ummagumma: Hallazgos del sortilegio.





Año: 1969
Disquera: Everest
Temas: 1) Astronomy Domine. 2) Careful with that Axe, Eugene. 3) Set the Controls for the Heart of the Sun. 4) Saucerful of Secrets. 5) Sysyphus, Part 1. 6) Sysyphus, Part 2. 7) Sysyphus, Part 3. 8) Sysyphus, Part 4. 9) Grantchester Meadows. 10) Several Species of Small Furry Animals Gathered Together in Cave Grooving with a Pic. 11) The Narrow Way, Part 1. 12) The Narrow Way, Part 2. 13) The Narrow Way, Part 3. 14) The Grand Vizier’s Garden Party, Part 1. 15) The Grand Vizier’s Garden Party, Part 2. 16) The Grand Vizier’s Garden Party, Part 3.  



Me opongo a pensar que Pink Floyd gustaba de la búsqueda y la experimentación. Sería tanto como decir que sus trabajos son el balbuceo, el ensayo de algo que está por venir. Lo que hay en sus discos más representativos son hallazgos, no intentos a medio andar.

Si algo quedó claro desde el debut Piper Gates Of Dawn (1967), es que se trataba de un grupo que gustaba navegar en mares inexplorados, para hacer de cada disco una experiencia más viva. Para lograrlo, los integrantes ponían en sus manos los recursos técnicos que les permitieran ampliar las posibilidades sonoras. En mayor o menor medida, todos sus trabajos respondieron a este precepto, al menos hasta la salida de Roger Waters. La revisión conjunta de su discografía evidencia el desarrollo de una agrupación que, pese a su conclusión un tanto mediocre, se configuró en una maquinaria que produciría obras ricas en sus alcances tímbricos.

En esa historia Ummagumma representa un punto álgido. El gusto por la disonancia, el contrapunto melódico, la convivencia de la armonía y el ruido, la seriedad y el juego dio como resultado un trabajo que brilla y desconcierta al mismo tiempo. Pero esta opinión no es compartida por tantos que encuentran a los integrantes sin un rumbo claro.

Previo a la grabación de su segunda placa, A Saucerful of Secrets (1968), el grupo fue testigo del desvanecimiento mental de Syd Barrett, quien entonces soltaba la batuta. Los otros integrantes, asustados por la ineficacia de su compañero, decidieron buscar un guitarrista sustituto para las presentaciones. David Guilmour ocupó el sitio. En poco tiempo fue evidente que su presencia sería permanente. Su inserción le imprimiría sofisticación a los trabajos posteriores del grupo.

Para la nueva alineación no fue fácil encontrar un estilo y diluir la huella que Barrett había dejado. Esto se podía atestiguar en Music from the Film More (1969) y Ummagumma (1969). Sin embargo, en este último trabajo se plasmó de una manera palpable esta lucha entre el pasado y las inquietudes presentes.

El disco apareció como un álbum doble que se dividía en una primera placa grabada en vivo; y una segunda, en estudio. Las dos partes han sido meritorias de comentarios a lo largo de la historia, y no sin razón.

La primera registraba dos momentos del concierto que el grupo había ofrecido el 27 de abril de 1969, en Mother’s Club, en Birmingham; y otros dos, del 2 de mayo durante el mismo año, en Manchester Collage of Comerse. Las cuatro piezas recopiladas eran parte de los dos primeros discos grabados bajo la sombra de Barrett, y dan muestra fehaciente de lo que el grupo era capaz de hacer frente al público. Los conciertos no estaban fundados en el virtuosismo, sino en la habilidad que tenían los integrantes para reelaborar los trabajos de estudio y extenderlos en largos pasajes instrumentales y ambientales, que hacían de la improvisación su sustento. Si bien, las cuatro piezas guardaban algunos ecos del periodo barrettiano, los juegos psicodélicos habían desaparecido, así como las tonadas lúdicas casi infantiles. La pauta fue marcada por la construcción de pasajes oscuros con mayor cuidado instrumental.

Son varios los que afirman que las versiones en vivo que presenta este álbum doble son por mucho, mejores que sus registros en estudio. No cabe duda. Para confirmarlo basta comparar las interpretaciones de “Set the Controls for the Heart of the Sun” y “Saucerful of Secrets”, con las grabaciones de 1968. Después resulta inevitable la sensación de que los primeros registros son maquetas. En cambio, lo que se muestra en la primera placa del Ummagumma pone en evidencia la progresión natural del grupo. Los cuatro cortes, aunque tomados de dos conciertos distintos, se perciben como parte de un todo.

La segunda parte es la que ha despertado opiniones opuestas. A mi parecer no carece de méritos. Los integrantes dividieron la placa en cuatro partes de extensiones semejantes para que cada uno hiciera con ésta lo que deseara. El resultado: grabaciones variopintas en las que predominan los pasajes instrumentales y la disonancia.

Este segundo disco abre con la que sea quizá la composición más ambiciosa, “Sysyphus”. Este corte de tonos sinfónicos inicia con el tema central, lleno de vigor. Da paso a un piano melodioso que desembocará en clusters. Las siguientes partes son improvisaciones atonales que darán cierre con la vuelta al tema principal.

Roger Waters presenta dos piezas. La primera, atípica para el tono general del álbum, es una canción folk melódica de aires bucólicos, “Grandchester Meadows”. Más peculiar resulta “Several Species of Small Furry Animals Gathered Together in Cave Grooving with a Pic”. Ésta fue grabada con tan sólo efectos vocales reproducidos unos encima de otros en diversas velocidades. Se trata de la pista más lúdica que presenta el segundo acetato.

Va a ser David Guilmour quien aporte la pieza de corte más progresivo. Las tres partes que conforman “The Narrow Way” se dividen claramente en tres estilos diferentes. Abre con una melodía que abreva del Blues. Da pauta a un intermedio con un riff violento que se repite y transforma progresivamente, hasta conformar un tapiz en el que el ruido toma la batuta. Finalmente, continúa una canción pop-folk. A la colaboración de Gilmour se le ha considerado el momento más consistente del segundo plato.

La última parte del acetato fue elaborada por Nick Mason. Un solo de flauta funciona como apertura a la segunda parte, momento central de la pieza. Se trata del momento que apela de forma directa a las propuestas vanguardistas que tiempo atrás habían irrumpido en las academias: un solo de percusiones y artilugios de estudio. Dentro de la música popular no existía un precedente como el que marcó “The Grand Vizier’s Garden Party”, pero en la música de cámara, Xénakis exploraba los terrenos de las diversas texturas de los instrumentos percusivos.

No cabe duda que la primera escucha de este álbum doble es desconcertante. Pero sus riesgos están lejos de ser el accidente del experimento. Desde el sugestivo título, Ummagumma se presenta como un disco para audiófilos, tanto como su placa en vivo, como la de estudio. La creatividad de los músicos explota las posibilidades tímbricas de sus instrumentos. Es claro que el escucha no está frente a la banda tradicional que se limita a componer tonadas melódicas y simples, y que incluso es aquella que antepone una idea y la lleva hasta el final de sus alcances. En verdad, creo que desde esa perspectiva se trata de un trabajo consistente.  Lo que hay es suficiente para satisfacer a los oídos que buscan aventuras sonoras. Los hallazgos no son preguntas que buscan dirección alguna: están donde les toca, y brillan.

La carrera de Pink Floyd ofreció a la música popular una apertura sonora a los recursos ambientales, y el estatuto de “arte serio” al rock. Sus detractores juzgan su ruptura con el espíritu de rebeldía propio del género, y la grandilocuencia en detrimento de un sonido más crudo. ¿Algo de verdad habrá en eso? Sí, pero los horizontes visitados renovaron el discurso juvenil y le dieron valía. Ummaguma es una pieza clave del camino, a la que, me atrevo a afirmar, los años de distancia suman adeptos. Sí es un título ambicioso, pero también sorprendente. CInco décadas de magia lo confirman.









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