Beaubourg: Música sintética sin límites.
De Gabriel Áyax Adán Axtle
Año: 1978
Disquera: RCA
Temas: 1) Beaubourg, Part 1. 2) Beaubourg Part 2
Este es uno de los discos más arriesgados y por lo mismo más incomprendidos del músico griego Evangelios Papathanassious,
popularmente conocido como Vangelis. Se trata de un trabajo en el que la música apuesta por el expresionismo y la
atonalidad sintética. Lo que significa que las dos partes que conforman la totalidad
carecen de melodías y ritmos repetitivos y asimilables. Las reglas son la ruptura, el
cambio sorpresivo de timbres, de ambientes, la irrupción abrupta de temas por otros que, a los
pocos segundos de desarrollarse, sufrirán la misma transgresión, como si cada instante del álbum fuera producto de un sistema
aleatorio en el que no puede predecirse lo que vendrá. Desde los primeros segundos es claro
que exige del escucha participación para conformar del sonido una obra admirable, que resultará de la revisión detenida de cada parte del disco, y
entonces se muestra como obra del intelecto y la creatividad.
La
escucha atenta del álbum deja ver que cuenta con una estructura clara. Las secciones introductorias de cada parte son contundentes, llenas de tensión y dramatismo. a éstas les sigue el desarrollo por pasajes
en los que se establece un diálogo entre la armonía y la disonancia que culmina en un tema lento y contemplativo.
Sin
embargo, la descripción anterior no es suficiente para determinar la calidad del álbum. Hay que destacar la habilidad del
artista para ofrecer, a lo largo de los dos temas, una muestra amplia de las
posibilidades que ofrecían los instrumentos electrónicos de su momento. Pocos artistas veían en éstos oportunidades musicales, y mucho
menos herramientas fundamentales de composición. Para el músico griego en cambio, se extienden los
alcances de los sintetizadores a través de las opciones que el mismo estudio
ofrece, pero también, y debe decirse, a través de la creatividad del artista. Como muestra se hayan las dos partes
en las que no sólo se aprecia una diversidad tímbrica, sino incluso emisiones con
diversas posibilidades expresivas. Aún ahora, Beaubourg sigue siendo un lienzo salpicado de múltiples emociones que se enlazan en
contrapuntos.
Algunos
críticos desconcertados con la publicación de Beaubourg consideraron que el
contenido del disco era una respuesta a la exigencia de la disquera RCA por
cerrar el contrato con la última grabación estipulada. Sin embargo, el ingeniero de sonido Keith Spencer-Allen
ha dicho que Vangelis se entregó a la composición de la obra con el mismo esmero visto en sus trabajos anteriores, y
con la claridad de lo que buscaba. En ese sentido, no estamos ni ante un ensayo
ni experimento. La obra es lo que el autor quiso desde el inicio.
La
discografía de Vangelis es una de las más extensas y diversas, y aun cuando se
puede localizar en éstas rasgos distintivos del artista, también se encuentran diversos terrenos
musicales: rock progresivo, pop, jazz, composiciones sinfónicas y operísticas, géneros étnicos, entre tantos otros. Pero en todo su trabajo sólo pueden encontrarse a lo sumo dos
placas más con las características de Beaubourg. Sin embargo, eso no significa que se trate
de un trabajo azaroso.
En
realidad, el gusto por la exploración sonora es una vertiente por la que varios artistas de la década se sintieron atraídos, y la abstracción fue una de las líneas de interés, desde composiciones aisladas como “Revolution no. 9” de The Beatles, hasta los trabajos más arriesgados de Franz Zappa o Soft
Machine. No hay que perder de vista que la carrera de Vangelis inició en los terrenos del progresivo y que fue
desde esa arista que forjó un sello distintivo. Así entonces se puede rastrear su fascinación por las diversas posibilidades sonoras
desde su debut solista Sex Power (1970), en el que a pesar de su perfil
discreto y mayoritariamente melodioso, en las últimas partes ofrece una pasaje oscuro y
disonante. Posteriormente, la aparición desaprobada por el artista de Hyphotesis
(1971) mostró su interés por el jazz y la abstracción. En Ignacio (1975) presenta un
pasaje percusivo en el que los ritmos son cambiantes e inesperados. Incluso
después de la apuesta que representó Beaubourg el músico volvió a los mismos terrenos, y lo hizo con mayor radicalidad con Invisible
Connections (1985), y recuperó los ecos sonoros de la placa de 1978 con el soundtrack del
filme Picasso (1982), aún no publicado de forma oficial.
La
imagen panorámica de la carrera toda de Vangelis pone en evidencia que la búsqueda de formas expresivas diversas, ya
no de la música sino del sonido mismo, es la constante en este artista.
Sin
duda Beaubourg es un trabajo que, inspirado en el arte abstracto, busca reconstruir
en sonido la plasticidad cambiante y sorpresiva del expresionismo pictórico, y al igual que las obras que
motivan el surgimiento de este disco, requiere varios acercamientos de un
escucha sin prejuicios, ni expectativas formadas por otros trabajos del
artista. Acercarse a Beaubourg exige un escucha partícipe, dispuesto a dejarse sorprender por
una obra que lleva la electrónica a campos abiertos en los que la armonía, el ritmo y los timbres de la música tradicional son restricciones a las
que se debe renunciar, para construir un lenguaje nuevo, y por tanto, mágico, que espera sensibilidades nuevas,
dispuestas a arriesgarse a un viaje sin destino conocido.
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